Las emociones fuertes forman una parte normal de la vida. Todos las tenemos. Y la manera en que aprendemos a manejar las emociones en la infancia tiene un impacto profundo en cómo las experimentamos como adultos. Si ciertas emociones se perciben como malas, vergonzosas, o no permitidos, podemos aprender a esconder o dejar de sentirlas. Esto puede tener consecuencias negativas tanto para la salud mental como la salud física. En cambio, el aprender a sentir y expresar de maneras útiles el rango completo de emociones, crea las condiciones para la resiliencia en la edad adulta.
Imagine que está en el parque con su hijo de cinco años y es hora de recoger a su hermana de la escuela. Le ha dado un aviso de 10 minutos y otro de 5 minutos. Ahora les toca irse. Lo que sigue es una furia de grito y pataleo que tiene todo el mundo mirando en su dirección (al menos, eso es lo que parece). Puede parecer razonable recordarle que le dio un aviso y sabía que tenían que irse, o tratar de hacer que deje de llorar con distracciones o pidiéndole que se tranquilice.
Sin embargo, lo que está ocurriendo no es un intento de parte de su hijo de conseguir que cambie su plan, o avergonzarle ante todo el vecindario. Su hijo simplemente está experimentando un sentimiento muy fuerte y no sabe cómo manejarlo.
La forma en que nosotros como padres y maestros manejamos estos tipos de situaciones tiene un impacto importante en cómo los pequeños aprenden a relacionarse con sus emociones. El dejarles saber que entendemos cómo se sienten y que está bien tener estos sentimientos trae varios beneficios importantes, como fortalecer su relación, fomentar la inteligencia emocional, aprender a manejar las emociones fuertes, y construir la resiliencia. Todos estos factores promueven el bienestar emocional y traen beneficios de largo plazo. Y en el corto plazo, el validar los sentimientos también disminuye el conflicto y acorta las rabietas.
Entonces, cuando su hijo está experimentando una explosión de emociones, sea lo que sea la razón, considere validar sus emociones fuertes. Al validar los sentimientos, prestamos atención completa a la otra persona, y le dejamos saber que estamos escuchando y le importamos.
Algunas frases que validan incluyen:
- Veo que estás muy (triste, enojado, molesto, asustado, etc.)
- Reflejar lo está diciendo su hijo
- Te sientes muy decepcionado porque (tenemos que irnos del parque, no te quedan papas fritas, perdiste tu avión preferido, etc.)
- ¡Qué frustrante!
- Está bien sentirte así.
- Tiene mucho sentido que te sientas disgustada.
- Cualquier persona en tu situación se sentiría así.
Evite cosas que invalidan los sentimientos:
- Hacer que se trate de usted: “¿Cómo cree que me hace sentir eso?”.
- Decirle cómo debería sentirse: “¡Deberías sentirte afortunado de que hayamos podido venir al parque!”.
- Tratar de resolver el problema
- Animar al niño antes de que tenga tiempo de procesar su emoción fuerte
- Comentarios críticos, “Estuvo mal por tu parte que hayas….”
- Declaraciones sobre las características personales de su hijo, “Eres demasiado (sensible, dramático, etc.)”.
Una práctica útil consiste en nombrar la emoción que siente su hijo y relacionarla con la razón por la que está disgustado, preguntándole después si está de acuerdo. Por ejemplo: “Estás muy disgustado porque Lindsay te ha quitado la cuerda de saltar que estabas usando. ¿Es cierto?” Lo más importante es aceptar todos los sentimientos, sin intentar cambiar nada. Recuerde que validar todos los sentimientos no significa aceptar todos los comportamientos. Tampoco significa ceder a lo que quiere el niño.
Y aunque nos hemos centrado en validar los sentimientos en el contexto de una rabieta o un arrebato, validar los sentimientos es una práctica útil para utilizar en todas nuestras interacciones con niños y adultos por igual. Aprender a aceptar y expresar los sentimientos es un paso poderoso en el camino hacia la inteligencia emocional y la resiliencia.
Image: © Pogocini | Dreamstime.com